"Ya descubrí los ascensores,
los cines y las construcciones,
la fosforera y el avión.
Y otras cosas que conozco bien,
que cuando niño no sabía observar,
entonces no necesitaba
con los juegos siempre basta
para comprender."
De "Hallazgo de Piedras" de Silvio Rodriguez
Para mi es difícil escribir cosas cuando tengo sensaciones atoradas en el pecho, que es el lugar físico donde los seresumanos piensas que tienen sus emociones, y quizás por eso asocian al corazón con los sentimientos.
Pero en fin, en realidad vivo como un tipo veinteañero, como si el tiempo no pasara por mi puerta cada año y me dejara una bonita caja envuelta en papel de regalo con un año más en mi calendario y un año menos para el final. Vivo creyendo que seré joven eternamente, que puedo reinventarme cada vez que quiera, con lo cual no estoy negando a la muerte, la muerte para mi es parte de la vida, lo aprendí, lo asumí y lo hice propio. La muerte, obviamente, es algo que espero, ya que con certeza llegará. Pero me estoy desviando del punto principal. La verdad es que no asumo que pueda crecer, que me convierta en un adulto, que siente cabeza y organice mi vida en base a horarios, a orden, a medidas establecidas; a planificar mi futuro; a cuidar devotamente de mis hijos; a casarme por cuanta ley conocida exista y si algún día el amor se acaba, para qué separarse si se puede tener cuanta aventura extra conyugal la billetera y mi energía sexual aguante; a conseguir bienes por seguridad.
Es como si mi ser interior se negara a ser así, como las personas que aparecen en las series de televisión. Yo todavía soy un inmaduro que piensa que siempre puede volver a empezar, que se puede enamorar como un quinceañero, cada tres meses como dicen y piensan mis compañeros de universidad, que puede experimentar con su vida a vivir la vida que más le plasca, que demuestra después de quince años que puede sobrevivir viviendo solo.
Cometo errores a cada rato, siempre pienso que tengo razón y cuando una idea se me mete en la cabeza arraso con todo con tal de llevarla a cabo. Lo bueno del tiempo es que esa impulsividad que me caracteriza se hace cada vez un poquito más racional, y que los errores tienden a ser menos.
Vivir como joven tienen sus ventajas, ya que no pierdes las agallas, las ganas de volar y el vicio de soñar despierto, a pesar que cuando te miras al espejo veas como se llena de canas ese pelo que alguna vez fue tan largo y libre. Para mi son como heridas de guerra, me recuerdan que la vida, por sabrosa que sea, también tiene sus partes agrias, y quedan tatuadas en tu cuerpo y en tu alma.
Ser un veinteañero eterno creo que en realidad no es tan malo después de todo, aun cuando se contradiga con el espíritu de esto que escribo hoy, ya que más que una elegía parece un lamento. Pero me confunde, por qué debo ser así. La respuesta suele ser muy obvia, y creo que se debe a que fue lo mejor que he vivido, y con esto no quiero decir que lo que vivo ahora no sea bueno, pero es la realidad, mi vida después de los 18 fue increíble, y lamentablemente uno tiene que pasar muchos años para darse cuenta que esos años fueron los mejores.
En esos tiempos donde no había internet, no habían ni mp3 ni mp4, no habían ni play 2 ni wii, ni celulares, ni cámaras digitales, donde hablábamos de cambiar al mundo, de encontrarle un sentido a la vida y a nuestras vidas... Es difícil creer que con tantos adelantos tecnológicos los veinteañeros de hoy se detengan a pensar en cómo conseguir vivir mejor cuando todas las cosas que quieres se pueden comprar, pero no es imposible pensar que esas personas existan allá afuera, sintiendo las mismas inquietudes que sintieron mis coterraneos de esos tiempos.
Una vez le dije a un amigo de esos tiempos, que debimos habernos sacado muchas más fotos de esos años, haber grabado muchos mas vídeos de lo que hacíamos, ya que hoy, gracias a la tecnología que, ojo, yo no desprecio, sino que la aprovecho, nos brinda la magia de trasladarnos por algunos minutos a esos tiempos, subiendo vídeos o fotos a los portales disponibles para compartir un poco de nostalgia con esos veinteañeros que fuimos.
Hoy que soy un treintañero, que soy "tan joven y tan viejo", llevo la ventaja de darme cuenta cuando me equivoco, y hoy siento que cometí un error y que no quiero perder lo que por un segundo tuve, por un error de cálculo y de probabilidad. Siento que la vida, que siempre me da más de una oportunidad, para esta vez no será la excepción, ya que siento que tenía que cumplir una misión, de esas que no tenía hace tiempo, y por mi afán de ser un serumano normal, tomé el camino de la normalidad, pero siempre las caídas, me hacen ver que no es así la cosa. No se si será la primera vez, pero siento que tengo miedo de perder esa amistad que era tan sincera.
Quizás mis pensamientos sean un poco majaderos, ya que este debe ser como el tercer blog que termino pensando en ese error y quizás cuántos más escriba hasta nuevamente saber si esa conección que había, esa cosa inexplicable se quebró, o puede volver a restaurarse con la misma sinceridad que había. Hasta que no lo sepa, seguiré sintiendo estas cosas atoradas en el pecho, que me hacen escribir cosas como las que hoy escribo.
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