Hace mucho tiempo, desde que decidí internarme en mis catacumbas, he venido observando la evolución de mi sociedad. Puede que la gente no lo vea, de hecho, creo que la gente no lo ve, ni siquiera le importa cómo es que han decidido vivir.
Cuando yo nací, la gente de este país vivía momentos complicados, una parte de la sociedad sufría el dolor de la muerte cada día, el exilio o la clandestinidad. Otra parte ponía sus esperanzas en manos de gente con uniformes y metrallas que disparaban sin dudar a quien se atrevían a contradecirlos. Este fue el país donde nací, donde fui niño, donde mis madres hicieron lo posible por apartarme de todo movimiento social.
En los noventa, en plena adolecencia, mi vida tuvo un vuelco en 360º y miré la vida con otros ojos. Vi la vida del lado de los perdedores de la democracia, de esos que la pelearon y fueron excluidos por las clases políticas tradicionales que, ansiosas de poder, prometieron cosas que nunca han podido cumplir. Me tocó una época dura, donde las utopias criollas y mundiales se hacían polvo, donde chile se abría al libre comercio y a la época neo liberal que nos ha traído mucha bonanza y comodidad, pero nos ha quitado ese espíritu de plueberinos donde todos se conocían y se saludaban en las mañanas, donde nos conformábamos nada más con lo que el día nos daba. Fue mi época más fructífica, donde nacieron amistades inmortales y amores que me mataron.
Ahora en el nuevo milenio vivimos en una sociedad extraña. Rodeados de siliconas en los diarios y en la tv, que sin pudor son orgullosas y orgullosos de su ignorancia y banalidad, donde no hay espacio para la cultura, esa que hace crecer el alma y el cuerpo. En la radio nos inunda el regeton y la poesía es un cuento de niños o tontos que se estancan en el pasado. Esta es mi versión pesimista de nuestros tiempos (Las demas versiones las analizaré en otro blog).
Pero, entre todas mis filosofías que abrazo someramente, está la de la dualidad. Claro, en realidad, deben existir los "unos" para que existan los "otros". Estamos inmersos en una sincronía que al parecer no se puede quebrar. Quizás, por eso todas las teorías izquerdistas de la igualdad y la oportunidad para todos no existe. Cuando joven sentía rabia de toda esa gente que no comprendía que un gobierno popular nos podía llevar a la hermosa posibilidad de tener todos la oportunidad de obtener lo básico para ser un ente social: educación, salud y vivienda. Hoy me doy cuenta que quizás todos ellos, y yo, estemos equivocados. Quizás deban existir los miserables de corazón para que existan los grandiosos; quizás deban existir los pobres para que existan los ricos y los que luchen contra su avaridad la desigualdad; que si existe el bien, indudablemente debe existir el mal.
En mis fortuitas lecturas me he dado cuenta que todos los pueblos, sin tener una conección directa las unos de otros, han descrito la creación de forma similir: un bien luchando contra el mal y finalmente derrotado este último, por efectos de la batalla, han de vivir en este mundo donde nada es gratis y debemos conseguirlo con sudor y sacrificios, y que después de la muerte, según como hayamos vivido, nos espera nuestra recompensa.
Es por eso que los buenos, los grandiosos, los destacados, los iluminados, son escasos. No todos podemos llegar a la grandeza en este mundo, porque no todos estamos destinados a ella. Hay quienes la buscan, se esfuerzan, se dan cuenta que la pueden alcanzar, pero no está reservada para ellos, sólo está reservada para los elegidos. Los que se dan cuenta de esto, allanan el camino para que los elegidos, cuando se descubran, puedan hacer lo mejor de lo mejor que están destinados a hacer. Es por eso, que es impresindible la masa, ese cardumen de gente que vaga por la vida sin tener ninguna razón específica, que se conforma con lo que le dan y no busca ir más allá. Son necesarios, para que los otros, los que si tienen la inquietud y ese don que viene de quién sabe donde, se abandere con las miles de causas silenciosas y brinde una batalla contra la corriente con el afán de dejar su huella y que esta vida sea cada vez mejor.
Cuando joven, como la mayoría de los jóvenes, también quise cambiar el mundo, pero no lo logré, pero el mundo tampoco me cambió realmente, y sigo diciendo lo mismo que decía en ese entonces: quizás mis acciones no cambien las cosas hoy, pero este mundo algún día cambiará. Lo malo, que ese momento no lo podré ver.
Los que sentimos esa inquietud, los que entendemos que ademas de respirar, comer, procrear, morir, hay algo más que hacer, quizás no somos los elegidos, pero sí podemos contribuir con un grano de arena en esta playa que se llama humanidad, y que las generaciones que vienen puedan ser mejores seresumanos.
Les dejo un pensamiento que escuché de un indio mejicano, que un día de mi tierna juventud, ví en plaza de armas, vestido autoctonamente, llenos de objetos místicos, hablando a una multitud que lo rodeaba:
"No es posible cambiar al mundo, ya que el mundo no puede cambiar completamente y mucho menos de un rato para otro. Todos queremos que la vida sea mas justa, que seamos mejores seres humanos, que el amor inunde nuestras vidas y que los buenos sentimientos sean los que nos muevan, pero eso no se hace a la fuerza como lo han querido hacer todos los movimientos revolucionarios y politicos de américa latina. Pero si hay algo que podemos hacer, y es cambiar uno mismo, mi propio interior, mi yo interno, cambiar sinceramente. Si yo logro cambiar mi vida y hacerla mejor, lograré cambiar la vida de mi familia, porque se darán cuenta que este cambio es bueno. Al cambiar mi familia, mis padres, mis hermanos, mi pareja, mis hijos, estos iran cambiando a los que nos rodean, a los vecinos, a los compañeros de escuela de los niños, y estos a los demás, y mis hijos a sus hijos y así infinitamente. El cambio es un proceso largo, del cual nunca veremos el final"